Cuéntame

Corrían los años 90. La Unión Soviética asiste a un golpe de Estado, Miguel Indurain domina el Tour y Lady Di muere en fatal accidente de coche en París. Nirvana encabeza las listas de éxitos, el 'Toro y la Luna' arrasa en las verbenas y Presuntos Implicados grita a los cuatro vientos aquello de 'Cómo hemos cambiado'. Cuanta razón había en la voz de Soledad Giménez.

En Zarámaga, un grupo de amigos forma la Asociación Deportiva Dream Team, cuyo nombre homenajea al Barcelona de Johan Cruyff, que conquistó la Copa de Europa en Wembley en 1992. En la temporada 95-96, el Bodega Zaramaga (así se llamaba el equipo) incorpora a su organigrama a Txomin, que dio un nuevo aire al conjunto amarillo y contrató los servicios de los hermanos Miñón. Uno lideraba el ataque; el otro no era ni titular en una escuadra plagada de 'cracks'. Da igual quién era quién, lo importante es que se estaba formando el embrión del actual Amapola.


Llegaron los fichajes. Los Ocáriz, Mon, Pingüi, Sensini... dieron forma a un equipo que marcó una época. Con estilo propio. Y muy particular.

Por aquel entonces se llevaba el pelo en la cabeza, una de tantas modas pasajeras a las que se sometieron ilustres jugadores rojillos como Txomin o Pablo Zizou. Locuras de juventud que han dejado atrás con el paso de los años.

También se llevaban, vendían mucho, las caritas de niño bueno. Ni barbas de tres días ni greñas que puedan confundirte con la foto de un terrorista pegada en las paredes de cualquier ciudad. Eran los 90, lo que molaba era la imagen de adolescente recién salido de San Viator.

Y nada de hombres metrosexuales. Nadie sabía qué era eso por aquel entonces. Eran los 90. Camisa de cuadros y bañador del Eroski. Y valía. Algunos sucumbirían años después a las mechas en el pelo y pijadillas de esas, a lo Fernando Torres. Otros, a lo Paul Scholes, se mantendrían fieles a un estilo.